Gemma Granados (Casar de Cáceres, 1983) desde muy temprana edad descubre que su vida gira alrededor de los colores y las formas de expresión. Pasa sus primeros años de clase en clase sumergiéndose en la pintura y el dibujo , compaginando clases de bachillerato artistico y escuela de artes. Posteriormente se muda durante cinco años a Salamanca para licenciarse en Bellas Artes. Durante su estancia en esta ciudad forma parte del colectivo ARTivistas, con el que se lanza a la calle con distintas performances.
Sale a pintar con amigos, pero formaliza su estilo en el Centro Joven de Casar de Cáceres, primeros murales en los que aparecen exclusivamente los personajes que se dejaban ver entre compañeros y libretas. Es su viaje a Buenos Aires la que le hace engacharse al street art, sin presion del aula, da rienda suelta a su imaginación y sale a pintar siempre que le es posible, colabora con centros culturales de la capital, participa en Eventos de Arte Urbano en Argentina, y posteriormente en su primer viaje a Brasil.
Después de un año conociendo distintos paises sudamericanos, viviendo otras realidades y compartiendo otras culturas se forma durante tres meses en Estados Unidos como voluntaria y desarrola un proyecto de arte social durante cuatro meses en una pequeña aldea de Belize, donde lleva a cabo decenas de murales con la ayuda de adolescentes y niños, recuperando las zonas comunes, a su vez se hace cargo de la asignatura de Art and Craf en el colegio público de Caledonia, distrito de Corozal.
Su obra gira alrededor de los sentimientos, pasa de estar enfadada con el mundo, a reclamarle sus carencias, y es que Gemma se da cuenta de que el individuo tiene la misma problematica que tiempos atras, producto de un ser cada vez más gris, que sustituye su falta de afecto por consumismo. Los desechos de este fenómeno que produce a diario toneladas de basura, que le proporcionan a Gemma el soporte a sus obras, cuando necesita darle un enfoque a su trabajo de sala, pues recicla dando una segunda oportunidad a los objetos que pasan por nuestras manos sin reparar en ellos.
Trabaja con una serie de personajes llamados "Pusinky", besos en eslovaco, como protestas al sistema que deja de lado los sentimientos, lo que considera la verdadera y principal preocupación del ser humano. La artista manifiesta con esto la presión que ejercen los medios y el sistema sobre las personas, cómo la sociedad de consumo grapa un código de barras en el culo de cada individuo.
Gemma busca la interrelación con el entorno gráfico en la ciudad y los modos de actuación en los grupos sociales, se niega a entrar en el engranaje de esta gran máquina y lo analiza desde fuera, guiándonos por un viaje de colores y besos en los que podemos encontrar a sus Pusinky en pases de metro, bandejas de empanadas, cintas vhs, cajas de pizza, envases de comida chatarra...